—Stiven,
¿en cuál departamento trabajas? ¿Eres de farándula?
—No,
o sí, realmente estoy en la sección de cultura —la voz de la persona de alejó
del receptor celular, y logré escuchar en la llamada: “Sí, anota ahí, es de
farándula”—. No, no… ¿Aló?…
Esta
breve plática anodina que tuve con un trabajador en un medio de información
(que no es Todasadentro), refleja cómo el imaginario colectivo, en este
caso, el venezolano, ha eliminado la figura del periodismo cultural.
Sin
duda es una de las fuentes que, abordando temas de la sensibilidad, la
imaginación y la creación, tiene mayor libertad expresiva, porque algunas veces
abunda la literatura por encima de la falsa objetividad y la escritura gris que
es norma académica en este oficio.
Sin
embargo, desde hace siglos se estaba anunciando al periodismo como un arte
inferior; Humberto Cuenca detalla en su libro Imagen literaria del periodismo (1961), que la crítica inicia en el
Siglo de las Luces, con un Voltaire que dirigió escandalosas palabras a los
redactores de gacetas, y un Jean-Jacques Rousseau que anunciaba la muerte de
los periódicos en la hora del crepúsculo.
¿Qué
se puede esperar, en este siglo XXI, de la opinión que se tiene del periodismo?,
y peor aún, al nombrar el apellido Cultural;
¿está muerto o de parranda? ¿Dónde está?
Hace
algunos años, cuando aún era estudiante de Comunicación Social, y estaba
iniciando el proceso de búsqueda e investigación de mi trabajo de grado, visité
la oficina de la Biblioteca Ayacucho, ubicada en el edificio Centro Financiero
Latino en Caracas; en ese momento, el poeta Luis Alberto Crespo estaba por
dictar uno de sus talleres sobre escritura. Le solicité inmediatamente, sin
intermediarios, entrevistarlo para mi trabajo.
—¿Eres
estudiante en Letras? —dijo con su voz filosa, y suavemente ronca.
—No —le respondí muy tímido, y casi tembloroso—.
Estoy estudiando Comunicación Social…
—¡Qué terrible! — exclamó.
Esa
fue la primera advertencia que se lanzó como un fuerte golpe hacia mi cara, y
que plasmaba el panorama actual (e histórico) del impresentable oficio
periodístico. Los periodistas son perseguidos por el graznido del cuervo de
Edgar Allan Poe. El personaje de la obra poética El cuervo está siendo atormentado por un diablo o profeta. La
predicción del pájaro es su locución enigmática: “nunca más”; algo parecido
ocurre cuando hablamos de la muerte del
periodismo cultural.
Parece
una oración escrita en las tablas de piedra de Moisés, un mandamiento que es
obedecido por las industrias de la información. “Periodismo cultural: ¡nunca
más!”.
El
poeta Gustavo Pereira declaró en el 2022, para un medio del Estado venezolano, que
en los periódicos no hay páginas para las expresiones artísticas, y cuando hay
secciones de cultura, solo colocan informaciones de entretenimiento.
Los
medios de información privados y públicos en Venezuela, no parecen tener mucho
interés en tocar este asunto.
Hay
quienes se rasgan las vestiduras gritando consignas revolucionarias y haciendo
un llamado a viralizar en las redes digitales, como si las expresiones
artísticas y tradicionales fuesen un virus (puesto que sí lo son los contenidos
de farándula y otras bufonadas de famosos, influencers,
y políticos mediocres).
Parafraseando
a Eduardo Galeano: la cultura del capitalismo es del consumo, de lo efímero. Un
ejemplo concreto es lo que sucede en las redes digitales: la
hiperinformación/desinformación, el hábito de desplazar reels en Instagram o vídeos de TikTok sin llegar a nada, sino al
vacío.
Los
medios de información, los alineados con un sistema que privilegia al mercado
por encima de lo humano, o los que solo defienden el poder a toda costa, no les
conviene una sociedad que lea, que se descubra y deslumbre con palabras que exploren
su identidad, su historia y cultura. Quieren a sujetos sin memoria, y sin
pensamiento crítico, quieren a sujetos subyugados a la viralidad, y a la
dictadura de la información impuesta.
A
más de una persona he escuchado decir que ya no lee periódicos, “me informo
deslizando reels (videos cortos) en
las redes, pero no termino viendo nada”.
Los pocos periódicos impresos que hay en Venezuela se quedan en los
kioscos, para ser vendidos al día siguiente de su publicación, como papel para
limpiar las impurezas de las mascotas.
Los
medios que distribuyen de forma impresa y los digitales que existen en el país,
propagan el periodismo de entretenimiento; forma parte de la cultura del
consumo. Estos medios no le dan importancia a los hechos culturales que surgen
de colectividades o personajes casi desconocidos (porque históricamente fueron
velados por la modernidad) para la población, sino que prefieren publicar lo
conocido, lo pop, la tendencia, y lo políticamente conveniente.
Si
en el siglo XX, el periodismo cultural venezolano (como el suplemento Papel Literario de El Nacional, que todavía sigue circulando; la revista Élite, y otras más) estaba dirigido
principalmente a privilegiar las bellas artes, y la cultura burguesa, hoy día
la situación es más radical: los medios de información apuñalan esta fuente
para que no sean conocidas las culturas, y para que no ocurra la finalidad (consciente
o inconsciente) de artistas, creadores y cultores, que es provocar las
transformaciones y la toma de conciencia.
¿Para
qué guardar un periódico (digital o impreso) si todo el contenido que tiene
pierde su vigencia al día siguiente? Tal vez la sección cultural potencia la
probabilidad de trascendencia de un periódico, porque ahí se registra la
interpretación de sujetos que reflejan al mundo a través de sus obras.
¿Adónde
está el periodismo cultural? Pocos son los espacios para esta fuente, y menos
aún los que intentan una acción reivindicativa a favor de los pueblos, mostrando
la belleza y el corazón de expresiones individuales y colectivas, como lo hace
este semanario Todasadentro, que es constante ante los obstáculos impuestos, y
que lucha por sostenerse en su formato digital ante la ausencia de papel.
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Hay
gente que me ha comentado que recuerda con afecto los ejemplares en papel de Todasadentro.
“No solamente por la belleza de su diseño y su colorido, también por los
artículos que hay. Yo tengo varios números guardados en mi biblioteca”.
Recuerdo
que hace un par de años, un fotógrafo que es muy activo en varios medios e
instituciones culturales públicas, me dijo:
—¡Chamo,
tú eres un periodista cultural! Casi nadie hace eso; en Venezuela es
prácticamente inexistente, se cuentan con los dedos de una sola mano. Y hay
tantas cosas por mostrar.
Stiven
Rodríguez Volcán/ Caracas
Foto: SRV/ Imagen generada por IA
NOTA: Crónica/ensayo publicado originalmente en la edición 1147 de Todasadentro (28 de junio de 2025).


